Aprovecho que durante estas semanas se le está dando bastante bombo a la antología, en forma de Disco y Libro, del grupo Leño, para rescatar una crónica que realicé el 17 de febrero de 2010. La página web para la que la hice murió. ¿Lo ha hecho el rock en castellano? Eso, para otro día.
Rockstyle asistió a un momento histórico en el rock estatal: la vuelta, efímera, de Leño, el segundo grupo de Rosendo Mercado tras Ñu, considerado como el punto de inicio de todo el “rock urbano” que vino después.
Nacer a mediados de los años 80 tiene sus desventajas claras. Nos perdimos la llamada movida madrileña, nos perdimos poder ver a los Ramones, nos perdimos el Mundial de España, etc. Y los seguidores del rock urbano nos perdimos a los Leño. “Antes de los Leño no había nada de rock”, repiten muchos nostálgicos del circuito rockero. No quiero entrar en debates banales a estas alturas de vida, pero lo que parece claro es que aquel trío madrileño marcó un antes y un después en la forma de hacer rock en nuestro país.
Rosendo ha seguido en activo, casi 20 discos lo avalan, forjando una carrera musical coherente consigo mismo, cercana, sencilla y llena de calidad. Pero quedaba la espina de que cogiera por banda a sus primerizos compañeros Tony Urbano y Ramiro Penas para rememorar aquellos, escasos, cinco años de Leño. Y es que, pese a todo, los Leño sólo duraron cinco años, y quizás por eso tenga más mérito su repercusión. Sus influencias han llegado a todos los rincones, y así se puede ver en el disco de autohomenaje que han dirigido los propios componentes de la banda. “Bajo la corteza” recoge 26 canciones de la banda interpretadas por artistas tan variopintos como Extremoduro, Pereza y Burning, Miguel Ríos, La Shica, Luz Casal, Celtas Cortos, Barricada, Antonio Vega (en su última grabación antes de marcharse para siempre) o Javier Ruibal.